Porque aunque pase el tiempo nunca podrás olvidar el amor verdadero

CAPÍTULO 8

lunes, 21 de junio de 2010

Me levanto con cuidado de la carretera, me sacudo la arena y el polvo y salgo corriendo en dirección a casa de Victoria. Llamo una, dos y tres veces, insistente, esperando a que alguien me abra la puerta. En pocos segundos aparece Victoria. Tiene aspecto de haber estado durmiendo. Lleva una camiseta negra ancha que le llega hasta las rodillas, su pelo negro recogido en una coleta baja y los ojos limpios de todo maquillaje.
-¿Samantha?- dice frotándose los ojos.
-Si, siento despertarte, pero necesito hablar contigo, no puedo más.
-Está bien, pasa.
Entro dentro de la casa lo más rápido que puedo, y sin que nadie me invite voy hasta el cuarto de Victoria y me siento en su cómodo sofá.
-Victoria, yo, le he visto, no sé como ha sido, pero estaba delante de mi- veo la expresión de incredulidad que hay en sus ojos- Es verdad, te lo juro, no estoy loca, estaba delante de mi, quieto, esperándome, pero cuando iba a llegar para abrazarlo, pum, se esfumó.
Victoria se queda un rato callada evaluando mi expresión y mis palabras.
-Sam, las personas, en un momento de desesperación, pueden llegar a ver cosas que no son reales.
Me levanto del sofá indiganada.
-¡No! Es real, era real, estaba ahí, es verdad- ante la mirada tan fría de sus ojos, me encojo en mi misma y empiezo a llorar.
-Sam, mirame- dice poniéndome un dedo en la barbilla y alzándome la cabeza- no pasa nada, es normal en una persona que está sufriendo tanto.
-No lo entiendes- digo entre sollozos- lo sentí, es verdad, tienes que creerme.
Cuando termino de hablar, ocurre algo muy extraño, los ojos de Victoria se dulcifican y me abraza. Me quedo unos segundos sin saber que hacer pero cuando me recompongo, apoyo mi cabeza en su hombro y comienzo a llorar.
Cuando termino, me aparto despacio.
-Victoria, tenemos que ir a su casa.
Ella se gira bruscamente hacia mi.
-¿Estas segura?
-Si.-Bien, vamos.

Al estar en frente de su casa no estoy tan segura de mi decisión. Ver los setos ya crecidos, que me indican que él ya no está para cuidarlos, como hacía antes, esas tardes de domingo cuando le miraba mientras trabajaba en el jardín y yo tomaba el sol. Miro a mi lado y la veo, aunque no la conozco mucho, no podría estar haciendo esto sin ella. Veo en su expresión una nota de desesperación, como si no pudise aguantar las ganas de entrar en la casa. Supongo que ella tendrá las mismas preguntas que yo y las mismas ganas de encontrar respuestas.
-Vamos- digo mientras me saco las llaves del bolsillo.
Las dos subimos las escaleras y entramos. Aunque la casa está igual, se nota todo tan vacío, tan oscuro. El miedo me inunda y mi corazón comienza a latirme con fuerza. Cierro los ojos e inspiro un par de veces para tranquilizarme. Cuando vuelvo a abrirlos, Victoria ya no está. Me encamino a las escaleras y las subo con cuidado, sin precipitarme. La puerta de su habitación está abierta, y dentro, está Victoria. No veo su rostro, pero sé que está llorando o lo que sea que ella haga. Me mira y sonríe, sus ojos están brillantes, pero no tiene rastro de lágrimas ni los ojos corridos por la pintura.
-Bueno- dice recuperando su frialdad de siempre- y aquí, que es lo que quieres buscar.
-No lo sé, tiene que haber algo ¿No?
Ella se encoje de hombros y me da la espalda, indicándome que no quiere perder el tiempo hablando. Victoria se encarga de buscar por el escritorio y la estanteria y yo por el armario y la cama. Quito las sábanas, rebusco por debajo pero no encuentro nada, paso al armario, y al abrirlo su olor me golpea en la cara. Sigue su aroma guardado en ese pequeño espacio. Me recompongo para no perder tiempo y remuevo todo lo que veo. La ropa que está colgada, las cajas que tiene guardadas. Lo muevo todo, lo abro y lo tiro, pero no hay nada, nada que pueda ayudarme. Cuando estoy apunto de darme por vencida, veo una caja negra que está al fondo, tapada por una sudadera que me resulta familiar, la cojo y la desdoblo, me echo a reir. Es la sudadera que le regaló una chica de 3º el día de su cumpleaños. Recuerdo el momento en que se la dio, la sonrisa se sus ojos y la esperanza que tenía. Dejo de reirme y la tiro al suelo. Cojo la caja y la abro. Está llena de papeles. Me siento en el suelo y apoyo la espalda en la parez. Llamo a Victoria y empiezo a sacar todo lo que contiene la caja. La mayoría de las cosas son fotos, fotos de coches y... ¡Fotos del accidente de sus padres! Fotos de ellos en Marbella, documentos de la policía.
-Victoria mira esto.
-¿Qué es?- dice mientras coge los papeles que le doy. Los lee detenidamente y cuando termina su rostro está más pálido de lo normal- Esto es del accidente de sus padres.
-Si, ¿Que crees que significa?
-No lo sé, pero lo que si sé esque desde lo que les pasó, el ya no volvió a ser el mismo.
-¿Qué estás diciendo? ¿Qué lo que hizo fue por lo de sus padres?
-No- dice mientras sigue leyendo- estoy diciendo que tiene algo que ver, si estaba investigando no tiene motivo que se suicidase. Pero si él estaba mal, a poco malo que le pasase, podría acabar en una mayor depresión.
-Pero... No lo entiendo, el conmigo estaba bien yo...
-Eso no quiere decir nada, yo sé que estaba mal, pero no pensé que fuese a llegar tan lejos. La muerte de sus padres le dejó mal, se quedó solo, tuvo que vivir con una familia a la que casi no conocía, no soportaba a nadie. Se independizó a los dieciocho años. Estaba solo. Cambió tanto que ya nadie le soportaba, estaba siempre enfadado y gritaba a todo el mundo, fui yo la única que le aguanté, bueno, la única hasta que tu llegaste. Porque cuando te conoció dio un cambio radical. Volvía a sonreir, volvía a hacer bromas y a disfrutar de la vida, volvía a ser el mismo y todo gracias a ti. Yo no sabía si odiarte por quitármelo de mi ladoo darte las gracias por haberle devuelto a la vida.
-¿Habertelo quitado?- Repiro sin entenderlo.
-Si, me lo quitaste. Yo jamás he tenido ningún amigo aparte de él, y cuando pasó todo, eramos solo el y yo, uña y carne, no necesitabamos a nadie más. Pero apareciste tu, y con tu llegada el dejó de pasar tanto tiempo conmigo, volvió a relacionarse con la gente, y aunque seguía siendo su mejor amiga, ya no tenía tanto tiempo para mi.
Veo el dolor que siente, aunque no quiera demostrarlo.
-Lo siento- digo de todo corazón- tu tampoco me caiste nunca bien. Siempre hablaba de ti y yo estaba celosa.
Nos miramos a los ojos y lo entiendo todo. Aunque ella y yo nunca nos habíamos soportado, ahora tenemos algo que nos une, y ese algo hace que no podamos estar separadas, porque ambas dos queremos saber la verdad de lo que ocurrió, y para hacerlo nos necesitamos la una a la otra.
Suspiro y busco algo para poder cambiar de tema.
-Seguimos estando en el mismo lugar que antes, no tenemos nada.
-No, si que tenemos algo.
-¿El qué?
-Esto- dice señalando la caja- se lo debemos, el quería buscar la verdad, creía que la muerte de sus padres no había sido un accidente, y aquí está todo lo que el descubrió. Debemos seguir lo que el empezó.
-Pero... Eso es imposible.
-No, no lo es.
Sus ojos estan brillantes por la emoción. Tiene razón, se lo debo.
Seguimos buscando, pero en su habitación ya no hay nada más. Cambiamos de cuartos, rebuscamos y lo dejamos todo patas arriba, pero no hay nada. Por último entramos en el estudio, una habitación que jamás había utilizado. Seguimos la misma rutina que con el resto de habitaciones, y dejamos todo igual de desordenado. Cuando estamos a punto de irnos, Victoria me llama.
-¿Qué pasa?
-Creo que esto es para ti.
Es una hoja de papel, cuando la tengo en mi mano me doy cuenta de que no es solo eso, es una carta. Una carta escrita por el. Me siento en el pequeño sillón que está al lado de la estantería y empiezo a leerla.

Hola Sam. Si estás leyendo esto, supongo que yo ya no estaré. Sé que suena muy típico, pero es la verdad. Si escribo esto es porque te conozco y sé que no vas a dejarlo pasar, que vas a venir aquí a intentar descubrir la verdad, y si no estoy muy equivocado, habrás recurrido a Victoria.
Samantha esto es una despedia, me cuesta tanto decirte adiós, pero tengo que hacerlo, y no puedo decirte por qué. Solo quiero que hagas algo por mi. Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero si todabía me sigues queriendo, por favor, deja de remover las cosas. Deja que mi muerte pase y sigue adelante. Si sigues rebuscando solo conseguirás hacerte más daño y yo no quiero eso. Ya he causado demasiadas lágrimas. Solo quiero decirte que lo siento, siento dejarte sola, pero debo hacerlo, creeme es mejor así, igual parece estúpido que esté hablando así de mi propia muerte, pero hay veces que es mejor quitarse de en medio. Sam te quiero, te juro que te amo. Como ya te dije una vez, eres la única persona que me ha hecho sentir tan bien. No me odies por esto, no intentes entenderme, solo deja que el tiempo haga su trabajo. Tarde o temprano te olvidarás de mi, y espero que ocurra lo antes posible.
Siempre tuyo.
Te amo, Samantha.

Cuando termino de leer la carta siento como las lágrimas van resvalando rápidas por mis mejillas. La rabia me inunda y no sé que hacer. Lo tenía planeado. El dolor es tan intenso. Me encojo en mi misma y espero a que pase. Me olvido de la presencia de Victoria, hasta que esta aparece a mi lado intentando calmarme, pero tan solo consigue que mi angustia crezca más. La aparto de un manotazo y salgo corriendo de la casa. Empiezo a correr por las calles sin tener ni idea de donde estoy. Me pierdo entre lo callejones, pero no me importa, tan solo necesito calmar este dolor que amenaza con ahogarme. Necesito algo punzante, algo que corte, necesito sacar todo este dolor, pero estoy en la calle no tengo nada.

CAPITULO 7

jueves, 17 de junio de 2010

Camino,camino sin saber adonde voy. Aunque eso ahora tampoco me importa. No tengo móvil,ni dinero, ni carnet de identidad.
Estoy sumida en mis estúpidos pensamientos, en mis absurdos recuerdos. ¿Por qué no cambié eltono de llamada? Estoy allí, donde dejé mi recuerdo en el cuarto de baño. La música suena fuertemente,la gente se mueve al ritmo desenfrenado de la música.Él acerca sus dulces labios y yo recibo en los mios los acordes melodicos de cada canción escrita solo para mí. "Perderte en la noche y volver a encontrarte..." grita cantándo mientras se sube al escenario. Yo sonrio tanto que las mejillas me duelen. Me muevo sensual y cada movimiento está dedicado exclusivamente para él,que desde el escenario me mira con ojos ávidos de locura y amor deseando bajar de allí para juntos huir lejos,muy lejos. Esta es una noche para recordar, momentos fantasiosos como si de un cuento de hadas se tratara.
El pinchazo que me produce el brazo me hace volver a la realidad y recordarme lo idiota que soy por recordar todo eso. Porque contra más recuerdo más daño me hago a mi misma. Porque al fín y al cabo el pasado pasado está.
El trapo que llevo en el brazo cada vez está más y más lleno de sangre hasta tal punto que en vez de blanco es rojo. Asi que decido quitarmelo y tirarlo en la primera papelera que encuentro.
Me arrepiento de cada grito y cada discusión tenida con mi madre los ultimos días. Pero siento que hay algo de mi que me empuja a comportarme de este modo tan grosero, que me controla y me tiene hechizada. Supongo que ese algo es el dolor que siento dentro de mi. Aunque aveces me planteo si realmente necesitare un psicologo o esta sensación se me ira sola algún día. "Samantha, as intentado suicidarte" las palabras de mi madre retumban en mi cabeza como cuchillos afilados. Parece que sea una diana para los problemas porque todo lo malo me pasa amí.
Me vuelvo a mirar la muñeca y veo como la sangre corre sin parar hasta tal punto que el suelo esta marcado por mi sangre. Comienzo a andar rápido dejándo asi un camino de sangre a cada paso que doy. Estoy realmente nerviosa, está situación me pone muy nerviosa ¿Qué hago? ¿QUÉ HAGO? me grito a mi misma. Arranco un trozo de mi camiseta y me lo ato alrrededor de la muñeca. Suspiro aliviada al sentir que los pinchazos se calman un poco pero he perdido demasiada sangre y me siento mareada. Me apollo en una valla que tengo a mi derecha y respiro y aspiro relajándome.
Después me giro para observar el rastro que he dejado. Miro las gotas de menos a más lejos. Lenta,muy lentamente, como si de una cámara en modo lento se tratara. Y finalmente al final de todo el camino de doloross gotas rojas veo unos pies. ¿Y eso a qué se debe? me pregunto sin levantar aún la cabeza por miedo de lo que pueda encontrar. ¿Un policia? ¿Un niño asustado? ¿Mi madre? ¿Sara? ¿Una enfermera? ¿Un vampiro?... ¿Un vampiro? Creo que estoy delirando por el efecto de la pérdida de sangre. Asi que sonrio pensando que estoy desmayada y que esto es un sueño y decidó alzar la cabeza y subir la mirada por esa persona de pies misteriosos. Deportivas adidas azules,vaqueros desteñidos,camiseta azul.
Mi corazón late tan fuerte al ver su cara y su sonrisa traviesa que pienso que me va a dar un infarto. Pero eso es imposible porque esto es un sueño ¿no? Sonrio como nunca y salgo corriendo hacia él. ¡ES ÉL! Está ahí esperando a que vaya a lanzarme a sus brazos. Y eso es lo que yo hago. Pero apenas doy tres pasos, solo me quedan dos más para estrecharlo fuertemente él se va.
-¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO! -grito como si la vida me fuera en eso- ¡VUUUUUEEEELVEEEEEEEEEEEEEEEEEE!
Caigo al suelo quedando en medio de la carretera. Apollo la cabeza contra el sucio asfalto y rompo a llorar.

Se que no estoy loca
Se que durante 20 segundos él estúbo allí.
Se que lo ví.
Se que estoy segura.
Y sobretodo se, que no estába soñando, que fué real.

CAPITULO 6

miércoles, 16 de junio de 2010

"Perderte en la noche y volver a encontrarte..."
¿De dónde sale su voz? No puede ser, no puede ser. Abro los ojos sobresaltada, no, no es un sueño, es real, es su voz. Miro a mi alrededor, estoy en mi cuarto ¡¿De dónde sale la música?! Giro brúscamente la cabeza y lo veo, ahí está, es el estúpido móvil que está reproduciendo la canción ageno al daño que produce. Es una llamada. No tengo fuerzas para cogerla. Aparto las sábanas de una patada. Siento un nudo en la garganta. Me levanto de un salto, pero las piernas son incapaces de sostenerme. Voy tambaleándome a una esquina y me siento con las rodillas encogidas y abrazándomelas fuertemente con los brazos. Su voz, es su voz. No puede ser. Sabía el daño que me provocaba su recuerdo, el daño que me provocaba oir o decir su nombre, pero escucharle, es mil veces mayor, intento respirar, pero el aire que cojo no llega a mis pulmones. Las lágrimas han empezado a derramarse declarando que no tienen intención de pararse. La música sigue sonando, pero no puedo moverme, cada movimiento, cada aliento que tomo, me produce un daño superior al de mil cuchillos rasgandome todo el cuerpo. Es mi canción, es la que él hizo para mi, es la que el cantó solo para mi. Aunque lo intento, no puedo contener el grito ahogado y desgarrador que sale de la profundidad de mi garganta. Intento así liberar todo el dolor que siento, pero no sirve más que para incrementarlo. Intento ponerme de pie, pero las piernas no me responden, asique como puedo, me arrastro hasta mi mesilla y cojo las tijeras que están guardadas en el segundo cajón. Las abro y con la cuchilla de la parte superior, me hago un corte en la muñeca izquierda, no es ni muy profundo ni muy largo, no pretendo cortarme las venas, tan solo quiero que el dolor del brazo sea capaz de mitigar el de mi corazón.
Vuelvo hasta la esquina donde estaba antes, dejando un reguero de sangre por el suelo. cierro los ojos y me concentro en los pinchazos que la herida me prudecen, en el palpitar rápido y fuerte de la sangre. Sonrío, sí, así esta mejor. Me tumbo y dejo que la imaginación me lleve muy lejos.
Estoy en el concierto, en primera fila. Está sonando mi canción. Él toca la guitarra mientras canta con su mirada clavada en mi, diciéndome con los ojos lo que con las palabras no puede. "Porque sí, eres tu, y podrías serlo siempre, porque sí, contigo tengo todo lo que siempre quise..." Aunque estoy rodeada de gente, dejo los sentidos a un lado y me centro tan solo en lo que la música y él me quieren transmitir. Todas las canciones parecen querer decirme algo, todas las canciones parecen estar escritas exclusivamente para mi.
Cuando terminan de cantar, se acerca sonriendo al micrófono y dice mi nombre, no he logrado entender lo demás, pero de repente veo como todo el mundo mira la dirección de su mano y me encuentra. Me empujan dirigiéndome hacia las escaleras del escenario haciéndome subir. Cuando estoy arriba soy incapaz de moverme, él se acerca a mi, sus ojos brillan de emoción, y al verlo dos lágrimas de felicidad recorren rápidas por mis mejillas.
-Te quiero- me dice en un susurro.
Abro la boca para contestarle, pero no me salen las palabras. Por el rabillo del ojo veo como todos los que han asistido al concierto aguardan la respiración, buscando una explicación y esperando lo que pasará. El resto de la banda sonríe y hace bromas a nuestra costa.
Él ve en que apuro me siento y me coje de la mano. Me acerca al micrófono y se lo acerca a la boca para que todos puedan oirle.
-Sam, te quiero, no, miento, te amo, eres la única chica que me ha hecho sentir estas cosas, y se que eres tú, se que eres tu la única a la que voy a poder querer de esta manera, no quiero perderte nunca, nunca. Porque si tu no estás, me muero.- El concierto entero está emocionado con sus palabras y esperan mi contestación, pero no puedo hablar, no tengo palabras.
-Yo..y-yo- tartamudeo- Miro al suelo y luego a sus ojos, sí, si que puedo hablar, solo estamos él y yo- yo también te quiero, y sabes que siempre voy a estar aquí, contigo, para ayudarte, porque no sé vivir si no es cerca tuyo, porque si no te tengo siento que me ahogo y estoy perdida.
Cuando termino de hablar, veo como el da el paso que nos separa. Se inclina hacia mi y me besa. Yo rodeo su cuello con mis brazos y me dejo llevar, y hago caso omiso de los aplausos y los vitores que estallan un poco más abajo.
La imagen se desvanece y vuelvo a estar en mi cuarto. ¡Mierda! he dejado demasiado tiempo la herida abierto y ha salido demasiada sangre. Noto como todo me da vueltas y soy incapaz de moverme. ¡Mierda, mierda! El recuerdo me ha tenido demasiado tiempo entretenida. A mi alrededor se ha formado un charco de sangre. Tengo miedo, no sé que hacer.
Y cuando estoy al borde de la desesperación, cuanto más cerca estoy de reunirme con el, oigo como alguien llama a la puerta. Estoy demasiado débil como para contestar asi que entra. Es mi madre. Al verme lanza un grito desesperada.
-¡Sam, Sam! ¿Estas bien? ¡SAMANTHA RESPÓNDEME!
Intento decirle que todo esta bien, pero de mi garganta no sale mas que un simple susurro. Mi madre sale disparada y vuelve en pocos segundo con un trapo envolviéndome la muñeca. Me acuna en sus brazos cántandome la nana de cuando era pequeña. Me dejo llevar por esta sensación tan cálida y cierro los ojos.

Cuando vuelvo a abrirlos, la escena no ha cambiado en nada. Mi madre sigue llorando y cantándome la misma canción.
-Sammy, oh, Sam, estás aquí. Ya he llamado al hospital, tranquila, ya viene la ambulancia.
Me incorporo apoyándome en los codos.
-Yo no voy a ningún lado- digo con todo el odio que soy capaz de soltar.
Veo la tristeza y el duro golpe que mis palabras le han provocado, pero cuando estás mal, hay veces que necesitas descargar toda tu rabia en alguien, y ese alguien es mi madre.
-Samantha has intentado suicidarte- me dice cn calma.
-No he intentado quitarme la vida mamá, solo quería...- suspiro- nunca lo entenderías.
-Si me dejaras...
-¡No, dejame empaz, no quiero saber nada más de ti! ¡Te odio!
Cuando termino, me levanto con cuidado. Aún estoy débil, pero no he perdido tanta sangre como pensaba, tan solo ha sido un pequeño bajón.
-Samantha tienes que ir al hospital, necesitas un psicólogo.
Al oir sus palabras no puedo más que hecharme a reir.
-¿Un psicólogo? ¿Para qué, para que me cure? En mi no hay nada que cuidar mamá, porque no queda nada. Y si sigo así, es porque soy yo la que no quiere apartar este dolor de mi cuerpo, porque esto- digo señalándome el pecho- es lo único que me demuestra que no estoy loca, que él existió de verdad, y aunque duela, y aunque tenga que hacerme todos los cortes que sean necesarios para pasar, lo haré, porque no quiero olvidarme de él, porque si siento el dolor que su pérdida me provoca, es como si lo tuviese a mi lado, como si no se hubiese ido. Antes de que mi madre pueda replicarme, salgo de la habitación, cojo las llaves de casa y apretándome más fuerte el trapo que hace de benda, me voy.

CAPITULO 5

domingo, 13 de junio de 2010

Hace una semana desde la noche que salí con Victoria, 7 días que han pasado lentos, eternos, y aburridos. Nada interesante: levantarse,desayunar,comer,ver la tele, merendar,cenar y dormir. Toda mi actividad durante esta semana. Creo que ni siquiera he sentido el sol en mi cuerpo,porque la única vez que sali a la calle fué de noche a tirar la basura.

Me apetece hacer algo, por eso de variar. Me visto con unos shorts vaqueros, una camiseta verde y unas converse del mismo color y salgo en busca de aventuras. No tengo nadie con quien salir, ni se a donde ir pero eso es lo que hace que esta aventura sea emocionante. Sonrio para mi y sigo andando sin rumbo alguno.

No hay mucha gente por la calle apesar de que son las 5 de la tarde, pero eso tampoco me molesta. Es más, me gusta que no halla mucha gente,la gente en masa me suele agobiar. Veo una oficina de información y decido acercarme.
-Pogg favogg, ¿Podegg mapa de ciugaaag daag? - Fingo un poco logrado acento francés y la señora de información me mira raro, se nota que por dentro esta partiendose de risa-
-Si, aquí tiene.
-Muchag gragciags -Sonrio y me voy-

Bien ya tengo mi mapa, busco en mi bolsillo una moneda que guarde al salir de casa y la cojo. A pocos metros de donde me encuentro hay un pequeño parque y me acerco y me siento en el pesced. Después abro el mapa y lo extiendo apollandolo en el cesped. Miro la moneda y me la paso de mano a mano. ¿A dónde me llevarás pequeña moneda? Rio y tiro la moneda al aire dejando que caiga en mi próximo destino.
Tras un par de vueltas en el aire, revota y acaba quedándose en un punto de la esquina superior del mapa. La levanto para poder ver el lugar de mi próximo destino. Me quedo sorprendida, está bastante lejos, pero no me importa. Hoy me he tomado el día libre, necesito respirar aire fresco, cambiar de rumbo, dejarme llevar. Abro la mochila con la que he salido de casa y compruebo que llevo todo lo necesario para pasar el día fuera.
Me quedo un par de minutos sentada con las piernas cruzadas dejando que el sol caliente mi cara. Es tan agradable, es todo tan tranquilo.
Con la mochila a los hombros, me levante y voy caminando hasta la para de autobús más cercana. La moneda me a indicado que tengo que ir al mirador del parque roma.
De lejos veo que se acerca el bus. Subo y pago con la tarjeta. Me siento en los asientos de última fila, alejada del resto de personas que se amontonan en las partes de alante. Me quedo mirando a la ventanilla, viendo a pasar a la gente, viendo como se divierten. Unas van solas, otras con amigos, otras en parejas que han decidido salir a divertirse un rato. Veo niños y ancianos caminando despacio, veo chicos de mi edad saltando y molestando. Suspiro, hasta hace tan poco yo iba así por calle, todo es tan diferente. Pero no, hoy no quiero pensar en nada, hoy solo necesito despejarme, necesito sentir que las cosas siguen igual, que los pedazos ya han sido recogidos y pegados de vuelta a su sitio. Y aunque sé que me estoy engañando, hoy es un día para dejar que los sueños me acompañen.
Estoy tan distraida que me olvido de donde estoy y me salto la parada. Tengo que bajarme en la siguiente a la mía y bajar andando hasta el mirador. No es mucho trozo, pero el sol y el calor hacen que sea demasiado pesado. Veo gente que se dirigen al mismo sitio que yo, la mayoría de esas personas son parejas extranjeras que han venido de visita romántica a la ciudad.
Entro en el edificio circular, desde el cual, en su fachada, se encuentra el mirador, nunca he subido la verdad, bueno sí, una vez, pero era demasiado pequeña como para recordarlo. La gente dice maravillas de este sitio. Me ajusto la mochila y empiezo a subir las escaleras. Cuando estoy más o menos por la mitad necesito hacer un descanso, hay demasiados escalones que subir. Abro la mochila y saco la botella de agua, le doy un buen trago, y tras insirar profundamente por la nariz sigo subiendo.
Después de unos diez minutos aproximadamente, abro la puerta que me llevará hasta el aire libre. Cuando salgo doy tres pasos hacia al frente y me quedo paralizada. Lo veo todo, veo la ciudad entera, o por lo menos gran parte de ella. Es precioso. Me quedo en silencio contemplandolo todo.
Veo lops grandes edificios, los centros comerciales, los parques y el mar. Esa inmensidad azul que se extiende a lo largo cubriéndolo todo e impidiéndome ver mas allá. Me siento justo enfrente de la barandilla y dejo que el sol me caliente haciéndome cosquillas por todo el cuerpo.
No sé cuanto tiempo llevo aquí arriba, pero el segurata encargado del mirador me dice que me tengo que bajar. Miro el reloj y me quedo sorprendida, son las 9 de la noche. No puede ser. Llevo cuatro horas aquí arriba, y lo mejor de todo es que no he pensado nada en él, ni en él, ni en nadie, tan solo en la inmensidad que era capaz de abarcar con mi mirada.
Cuando estoy abajo llamó un taxi, no me apetece tener que esperar al autobús. Este, me deja delante de mi casa, le pago los 25€ que ha valido el viaje y entro. En el salón esta mi madre esperándome. Está sentada en el sofá de cuero de papá, con la bata puesta y los brazos en jarras. Suspiro y tiro la mochila en el suelo sabiendo que me espera un buena charla. Se levanta y se acerca despacio a mi. Lleva algo en la mano, pero hasta que no está a escasos centímetros de donde estoy yo, no me doy cuenta de que es mi móvil.
-¿Se puede saber donde leches has estado?- habla despacio y con calma, pero su voz va teñida de un intenso reproche.
-He ido al mirador.
-¿Y no podías haberte llevado el móvil?- Su calma a desaparecido, sus ojos azules están encendidos.- ¡Nos has pegado un susto de muerte a todos!
-Pues lo siento, pero ya estoy en casa, dejame ir a mi habitación estoy cansada.
-¡Tu no te vas a ninguna parte! Estás castigada lo primero, y ahora me vas a decir la verdad, ¡Donde has estado!
Sus gritos me irritan y yo pierdo la paciencia.
-¡He estado en el mirador, si no me crees me da igual pero dejame ir a mi habitación!- mi grito le ha dejado sin respiración, nunca antes le había levantado tanto la voz, pero me da igual.
-¡A mi no me hables así niña!
-Te hablo como me da la gana.- Antes de poder terminar, su mano baja rápida y fuerte, propinándome un bofetón en plena cara. Me ha echo daño. La miro a los ojos con un intenso odio, me acerco la mano a la mejilla dolorida.
-Te odio.
Y sin más, cojo la mochila y subo a mi habitación. Oigo como los pasos de mi padre bajan corriendo la escalera para enterarse de lo ocurrido, más tarde los sollozos de mi madre en la habitación y las palabras de consuelo de papá. Da asco. Siempre haciéndose la víctima.
Abro la ventana y me siento en el alfeizar. Cojo el paquete de tabaco que tengo guardado en el cajón de mi mesilla y me enciendo un cigarro. Dejo que el humo me envuelva y se lleve mi dolor, pero los milagros no existen. Calada a calada me voy relajando. Cuando me lo termino, apago la colilla y la tiro al jardin, después me meto en la cama y dejo que las pesadillas que durante el día se han mantenido alejadas, me lleven con ellas.

CAPITULO 4

viernes, 11 de junio de 2010

Son las 9 de la noche y porfín escucho las llaves entrar en la cerradura principal de casa. Eso significa que papá esta aquí y que ahora ya puedo salir.
Sara está entretenida viendo Hannah Montana y yo rapidámente me escapo encerrándome en mi cuarto. Abro el armario y miro eligiendo que ponerme. La verdad nada de lo que encuentro me convence. Es todo demasiado... colorido. Todo encierra algún momento ya pasado. Saco toda la ropa y la dejo tirada en el suelo de una esquina de la habitación. Quiero tirar todos los recuerdos del pasado e intentar vivir. Aunque se que eso es algo dificil,doloroso y que llevara su tiempo hacerlo. No quiero olvidarle a él ni quiero dejar de saber las razones de su suicidio. Pero no por eso tengo que dejar de vivir mi vida.
Finalmente en el armario solo queda ropa vieja: gris,negra,marron y algún que otro color más. Asi es como me siento, y asi es como me vestiré. Me visto con unas medias negras, unos pantalones cortos vaqueros y una camiseta negra de manga corta. Sencilla y simple. Me despeino el pelo y me calzo unos botines negros tipo militar. Hacia años que no utilizaba esa ropa. Finalmente busco mi movil y envió un sms: "Estoy lista, voy hacia allí" preto la tecla de enviar y salgo de casa con un simple hasta mañana.

Me encuentro en el cuarto de Victoria, he quedado con ella para salir, ya que ultimamente mi vida social a caido en picado. Hablando con propiedad, Victoria es lo único que me queda. Ella ya esta vestida con un corse con tirantes negro, un chaleco vaquero con imperdibles, mallas rotas y botas. Y muchos cinturones. Se peina una coleta y después de un rato ya esta lista y me mira haber como voy vestida yo. Vamos a salir, ya sabes, algo tranquilo. Tomar algo con unos amigos y pronto a casa por lo que tampoco me he arreglado mucho.
-¿De verdad vas a ir asi vestida?
Yo la miro, y miro mi ropa. Y asiento sonrrojandome.
-Ven aquí que te arregle un poco -me sonrie de medio lado y se acerca a mi con unas tijeras-
Yo no se que hacer si temerla,alabarla... Finalmente me dejo llevar
-Si, creo que sera lo mejor -contesto sonriendole-
Ella me agarra las medias que llevo puestas y comienza a cortarlas haciendo agujeros y rayas. Luego coje mi camiseta por un hombro y realiza un corte quedando asi descubierto mi hombro y me la raja por en medio mostrando algunas partes de mi tripa. Me desabrocha un poco las botas y después me pinta los ojos negros resaltando mi azul y me carda el pelo. Cuando al final me miro al espejo no me reconozco, parezco una pordiosera. Victoria me sonrie satisfecha con el trabajo que a echo.
-¿Vamos? -Me anima a salir dirigiendose a la puerta-
Yo me encojo de hombros y juntas salimos de casa.
Cogemos un autobús que para enfrende su casa y tardamos media hora en llegar al lugar donde Victoria quiere llevarme. Cuanto más tiempo pasa más me arrepiento de haber salido. Cada esquina, cada rincor que veo pasar como sombras lejanas emborronadas por la velocidad del autobús, me recuerdan a él. Victoria ve mi cara y frunce el ceño, no es que seamos muy buenas amigas, pero me está ayudando mucho, creo que lo hace por la amistad que les unió a los dos. Suspiro y miro hacia abajo contemplando con las pintas que voy, Victoria ha roto toda mi ropa, ahora soy, soy... Soy como ella.
Al rato bajamos del autobús y un olor a humo y alcohol me golpea la cara. Veo como se ilumina la cara de Victoria. Empezamos a andar metiéndonos por estrechos collejones llenos de gente tirada en el suelo con litronas y otras cosas en la mano. Enseguida me pierdo y eso me pone nerviosa ya que no sé como salir de allí en caso de problemas. Victoria va salundando a algunos conocidos de pasada, todos iguales, todos tan... Siniestros.
Después de un buen rato andando, nos paramos en una pequeña calle sin salida lleno de basura y gente incosciente por los suelos. Nos paramos en la puerta de un bar llamado "the night". Tiene el letrero negro con las letras azul neón. Un portero que medirá aproximadamente dos metros, está de brazos cruzados en la puerta. Va vestido todo de negro, pero su aspecto es tan extraño. Sus ojos son de un color amarillo apagado y con vetas verdes. En la frente le salen dos pequeños bultos. Tiene un piercing en medio del labio inferior y el pelo negro recogido en una pequeña coleta. Victoria se acerca decidida hacia él y se lanza a sus brazos, besándole como si se tratase del último día de su vida. Esa imagen me produce un fuerte pinchazo en el corazón, me abrazo el pecho con fuerza intentando así que el dolor desaparezca. Me pican los ojos, pero las lágrimas, gracias a dios, no acuden a mis ojos.
Después de un rato que a mi me parece eterno, Victoria se acerca a mi lado de la mano del segurata.
-Sam, este es Bruno.- El segurta me mira de arriba a abajo, asiente despacio y me sonríe dándome a entender que me acepta. Su sonrisa me produce un escalofrío que me hace temblar. Sus dientes están un poco más afilados de lo normal y su lengua es de un intensísimo color rojo sangre.
-Hola Sam- sice dándome la mano. Su voz es grave y profunda, capaz de callar a una multitud agitada.
-Hola- le devuelvo el saludo y estrecho su mano.
-Bueno que nosotras entramos, luego entra un rato y me buscas- le guiña el ojo derecho mientras se acerca a él. Se pone de puntillas y le da un beso ligero en los labios. Yo me despido de él con un seco moviemiento de cabeza
-No sabía que tuvieses novio.
-Y no lo tengo. Bruno es un chico con el que me divierto y ya, no estamos de nada serio. Si vengo a este garito estamos juntos, pero si me voy para otro lado puedo estar con cualquier tío, y el lo mismo.
Su facilidad para pasar de los sentimientos amorosos me asombra.
Entramos al bar de donde sale una intensa luz azul y blanca. La música está atope. Se los bafles sale una canción de el grupo "the clash", ese le gusta mucho a Victoria, tiene un par de posters suyos en su cuarto.
Intento hablar, pero ni yo misma oigo lo que digo. Me giro buscando a Victoria para acercarme y hblar con ella, pero la he perdido entre la multitud.
Mientras la busco, un chico más bajito que yo, que va vestido de negro y lleva una capa del mismo color, se me acerca. Su aliento huele a distancia a alcohol y su manera de andar de lado a lado, me indican que está borracho. Me grita algo peor no le entiendo. Él se acerca más hasta quedar a menos de dos centímetros de distancia. Cuando se pone de puntillas para poder llegar a mi oido, algo le tira para atrás. Es Victoria. Uff, menos mal.
-Joder que susta, pensaba que te había perdido.- Le grito con fuerza.
Ella lleva dos cubatas en la mano. Me da uno y se bebe un buen trago del suyo.
-¿Te gusta el sitio?- al ver mi cara de asco se echa a reir- tranquila, la gente es muy maja, te lo pasarás bien.
La noche sigue. La noche es larga y moldeable. Para poder olvidarme de donde estoy y sobre todo de él, recurro a la bebida. Un par de chicos me ofrecen algo más como porros y pastillas, pero lo rechazo amablemente. Nunca me a gustado ese mundillo, la gente tan solo lo sigue por poder pertencer a un grupo, por sentirse más importante. Repugnante.
Intento de vez en cuando seguir el compás de la múscia al bailar, pero es tan difícil que nada más intento copiar los movimiento de Victoria, pero no es nada fácil. Se mueve con ligereza y eficacia, es a la vez sensual y agresiva. En un momento dado de la noche, se sube a la barra y me obliga a ir con ella. Me muero de vergüenzam, pero como no me dejan bajar, intento bailar lo mejor que puedo.
Pasan las horas y a cada rato me siento mas perdida, el alcohol empieza a hacer su efecto y enseguida me olvido de que estoy rodeada de gente... un poco extraña. Me dejo llevar por la extraña sensación de libertad que me invade y bailo, canto y río. Conozco gente y la olvido sin más.
-¡Sam venga vámonos, es tarde y vas muy pedo!- me grita Victoria. No sé que hora es, pero no tengo ganas de irme a casa, la fiesta aún no ha terminado. Niego con la cabeza y sigo moviéndome de lado a lado.-¡SAMANTHA NOS VAMOS YA!- los ojos de Victoria se encienden de una manera muy extraña y soy incapaz de negar. Así que la sigo y me voy con ella. En la salida, Bruno y ella se despiden de la misma forma que se han saludado y acto seguido nos vamos.
Seguimos el mismo ritual que a la ida. Ya en el autobús se me ocurre mirar la hora, las seis de la mañana. Espero que mis padres no se despierten cuando llegue.

Llego a casa media hora más tarde. Intento abrir la puerta pero no atino con las llaves, menos mal que Victoria me ha acompañado. Me ayuda a abrir y a ponerme el pijama. Cuando me tumbo en la cama y cierro los ojos todo me da vueltas. Me siento como si estuviese en un crucero y el mar estuviese embravecido moviendo el barco de lado a lado. No tardo nada en dormirse, y como de costumbre, sueño con él, sueño con la noche en que todo cambió.

-Levantate Sam que ya es tarde.
El dolor de cabeza es insoportable. Siento el latir de la sangre en las sienes. El estómago revuelto y la lengua pastosa.
-Mmmm... ¿Qué hora es?
-Las cuatro de la tarde, te he dejado comida preparada por si quieres algo, aunque con la resaca que llevas dudo mucho que puedas ni levantarte- dice mi madre en un intento de parecer gracias.- Tu hermana y yo nos vamos al cine.
-Adios- digo secamente y vuelvo a meterme entre las sábanas.
Mi madre suspira y sale de la habitación sin cerrar la puerta y bajar la persiana, pero estoy demasiado cansada como para moverme o gritar.
No consigo dormirme porque hay demasiada luz, pero tampoco puedo levantarme de la cama. Así que me quedo tumbada con los ojos entrecerrados recordando la noche pasada, recordando todas las locuras cometidas.

Capitulo 3

jueves, 10 de junio de 2010

En estos momentos me encuentro tirada en la cama. La tarde de hoy a sido maravillosa.Especialmente porque me a echo olvidar por unas horas mi triste vida de las ultimas semanas.No puedo decir que le halla olvidado, pero por unas horas he pensado en mi y no en el. Muchos de estos días antes de dormirme pienso en porque pienso tanto. Al fin y al cabo para él fue muy fácil abandonarme y sin embargo yo hacía semanas que no sonreía. Daniel es un chico simpático, aunque puede que nunca más le vuelva a ver me ha abierto los ojos. Aún recuerdo su forma graciosa de comerse el helado de limón. Yo sin embargo tomé uno de tiramisú con canela por encima realmente bueno.

Y ahora estoy aquí, mirando al techo, y viendo pasar cada una de las sonrisas dedicadas esta tarde. No me queda otra que reír. El sonido de mi propia risa me asusta. Y entonces rió mas. Resulto absurda pero eso ahora,¿Qué más da? Me levanto y abro mi cama retirando la colcha y después las sabanas. Me quito la ropa y me pongo la primera camiseta que encuentro en el armario, una vieja de color gris perla. Y después busco mi portátil y me siento con el en la cama. El reloj marca las 12 y el reloj del salón canta tan fuerte que lo oigo desde mi cuarto. Vivimos en un chalet, no es muy grande pero quieras que no, al menos no es un piso.
Además tiene jardín y una pequeña piscina de madera no muy profunda.
Oigo como mis padres suben las escaleras dispuestos a irse a dormir, mi madre hace un amago de entrar en mi cuarto para decirme que me acueste, se lo piensa ya que se queda parada unos segundos en el pasillo, y finalmente viene.
-Sammy, acuestate, es ya muy tarde -me sonrie brevemetne y después se va sin esperar mi contestación-
-Si,mamá. -Contesto medio en serio medio en broma, la verdad hoy no tengo ganas de discutir-

Cuando finalmente cierran la puerta enciendo el ordenador. Miro los mensajes y veo uno de Daniel, me da su número de telefono y me propone quedar otro día para tomar algo. Asiento y contesto un breve "Si, me parece bien" y añado un icono de guiño. Después contesto alguno más sin importancia y apagado el ordenador. Lo dejo en la mesa que no esta muy lejos de mi cama y después me meto en la cama y apago la luz.
Aún tengo los ojos abiertos y miro hacia arriba. La luz de las estrellas que tengo pegadas en el techo brillan curiosas. Cada noche pienso en algo distinto, me duermo pensando en alguien, en algo. En un recuerdo o en algo que me encantaría que pasara aunque siempre lo que pienso nunca pasa. Antes mi único pensamiento era él, empiezo a creer que estoy terriblemente obsesionada... O quizás es el amor que siento, amor verdadero. Ya ni yo misma me aclaro... Con este ultimo pensamiento caigo rendida y me dejo llevar al mundo de los sueños.

Estoy soñando. Estoy en la misma posición que estába hace unos minutos, sentada en la cama con el portatil sobre mi. Mamá me pide que apage el ordenador y la luz y yo le digo que si, apesar de que se que no lo hare. Cuando se va,apago la luz y me escondo entre las sabanas mientras sigo escribiendo. Estoy hablando con él. Hablamos de tonterias,de frutas,animales y el tiempo que hará mañana. Yo me tapo la boca con las manos y me desternillo de risa lo más silenciosa que puedo. Él me hace realmente feliz.
Son las dos de la mañana y yo susurro su nombre en sueños. Pero nadie me oye. Entre el silencio de la noche solo se escuchan tres corazones que duermen profundamente. Y otro que se despierta sobresaltado.
Despierto y me levanto quedando sentada en la cama,miro el reloj. Son las cinco de la mañana. Me llevo la mano a la frente y me dejo caer, durmiendome otra vez.

A la mañana siguiente voy a desayunar con una sensación extraña en el cuerpo. El sueño de anoche me ha dado que pensar. Bajo las escaleras arrastrando los pies, con la cabeza gacha y los ojos aún cerrados.
Entro en la cocina y por suerto, solo está mi hermana. El pelo castaño le tapa la mitaz de la cara cayéndole en pequeños mechones desiguales. Tiene la boca metida en el bol de cereales que se está comiendo.
-Sara las cosas también pueden comerse con cuchara.
-Pero esque así no se disfruta tanto- me dice sacándome la lengua y hablándome como si fuese tonta.
-Si, seguro.- Mientras hablo muevo la cabeza de lado a lado y voy a la nevera en busca de algo comestible que poder llevarme al estómago. Mientras rebusco oigo como mi hermana intenta decirme algo, pero tiene la boca llena y no entiendo lo que me dice.
-¿Quieres dejar de comprtarte como un cerdo?- mi cara de asco le hace reir y la leche junto con los cereales salen de su boca disparados- Aghh... Que asco Sara enserio, tienes que aprender a comprtarte.
-Si claro, como tu eres una princesa- dice poniendo voz repipi- Te decía, que me ha dicho mamá que te diga que ella va a estar todo el día fuera y que papá no volverá hasta las 9 de la noche, que no salgas porque tienes que cuidarme.
-¡Si hombre! Pues yo ya tenía planes.
-Siempre puedes dejarme sola en casa- Veo como la cara se le ilumina con la esperanza de poder quedarse sola en casa.
-No enana, no.
Con esa última frase salgo de la cocina sin haber cogida nada para comer y voy furiosa hacia el teléfono. Marco el número que me sé de memoria desde que tenía seis años y espero a que lo coja. Al tercer timbrazo me contesta una voz cansada y apresurada.
-¡Mamá no me puedes hacer esto, yo ya había quedado!
-¿De que hablas Sam?- Su voz suena lejana y entrecortada.
-De Sara, sabes que no me importa quedarme con ella pero si me avisas a tiempo, yo ya tenía planes.- Toda la frustración que siento, mezcla del sueño de esta noche, de la sensación de culpabilidad que me comprime el pecho y de las dudas que aún no tienen contestación, la descargo sobre ella.
-Mira Samantha, yo estoy haciendo algo importante, si quieres irte de fiesta te esperas y sales por la noche cuando tu padre llegue- oigo un ruido de fondo como si fuesen pasos y voces de personas- te he dicho que te quedes con tu hermana y te vas a quedar.
-Pero te he dicho...- Me cuelga el teleéfono antes de que pueda terminar la frase. Estoy tan cabreada con mi madre que tiro el telefono contra el sofá, sabiendo que si lo lanzo contra la parez tendría serios problemas.
Subo las escaleras corriendo y cierro la puerta de mi habitación de un portazo. Pongo la música a tope y me dejo llevar tumbada en la cama.
Cada vez van pero las cosas. Cuando crees que has encontrado una manera de salir de este pozo, cuando ves una pequeña luz que parpadea y grita tu nombre insistente, cuando las ilusiones que tenías guardadas acuden a ti y te dejas llevar por ellas, es en ese momento cuando la vida te da la ostia, cuando hace desaparecer el suelo donde pisa dejándote caer al vacío sin paracaidas, sin colchonetas que paren tu solorosa caida.
Sin poder evitarlo su imagen viene a mi cabeza. Él aquel día en la piscina, la primera vez que me dijo te quiero, hace poco más de un año. Fue el mejor día de mi vida. Habíamos quedado un grupo de amigos en la piscina del barrio. Llevábamos un mes tonteando el uno con el otro, pero ese día, dios, ese día fue mágico. Nos habíamos quedado solos dentro del agua, él me había hecho una aguadilla y yo me cabreé porque me había dejado demasiado tiempo sin respirar. Me abrazo por detrás y se acercó a mi oído. Cuando estuvo seguro de que solo necesitaba un simple susurro para que le oyese dijo las palabras mas mágicas que nunca había escuchado -te quiero- sentó como el pelo de la nuca se me erizaba y como los ojos se me inundaban de lágrimas, pero estas de felicidad. Me giré rápido y sin vacilación y salté a sus brazos. Vi la felicidad que había en sus ojos, y supe que era cierto.
Unos golpes en la puerta cortan el hilo de mis pensamientos.
-Sam, ¿estás enfadada conmigo?- pregunta mi hermana cabizbaja. Le sonrío cariñosamente y hago que se tumbe a mi lado en la cama.
-Pero como me voy a enfadar con la niña mas bonita del mundo.
Veo como la sonrisa va ensanchándose en su rostro y se lanza a mis brazos gritando con esa voz tan infantil que tiene. Su mera presencia hace que los latidos de mi corazón, acelerados por el intenso recuerdo, vuelvan a la normalidad. Nosé como es capaz una niña tan pequeña calmar el dolor tan intenso que siento, pero doy gracias por poder tenerla a mi lado.
-Te quiero demasiado como para enfadarme contigo pequeñaja.
-Yo también te quiero Sammy.
Dejamos que las horas pasen a su ritmo. Nos quedamos toda la mañana en mi habitación sin hacer nada, tan solo acompañarnos la una a la otra.

CAPITULO 2

miércoles, 9 de junio de 2010

>>Texto añadido en este capitulo



Me levanto por la mañana y voy al armario. Cojo los primeros vaqueros que encuentro y una camiseta básica azul marino. Sin siquiera mirarme al espejo, me hago una coleta alta, me pongo las converse y salgo de casa sin decirle nada a nadie.
Cuando salgo a la calle oigo como Sara me grita desde la ventana. Lleva el pelo recogido a un lado con un pequeño lazo rojo. Me giro y le saco la lengua, acto seguido agito la cabeza con una extraña sonrisa en la cara y me voy. Sara tiene siete años, es demasiado pequeña como para entender lo que me pasa, pero algo dentro de mi me impide estar mal con ella.

Por fin suena mí móvil y al sacarlo del bolsillo veo como un sobrecito parpadeante se ilumina en la pantalla. Abro el mensaje y leo: -ok,te espero- Me lo ha enviado Victoria. He quedado con ella, necesito hablarle, que me ayude a entender las cosas que yo sola no puedo resolver.
Llego a su casa y llamo al timbre. Me abre ella, con lo que supongo, su aspecto habitual. Su pelo, liso y de un intenso color negro, le cae, cual cascada en un río, bajo los hombros. Un mechon de pelo del flequillo le tapa el ojo izquierdo. Sus ojos azul-verdosos estan enmarcados por raya y sombra negra, para mi gusto, excesiva. Lleva puesta una camiseta de ese grupo tan extraño, "the cure", y unos vaqueros negros desgastados.
Me sonríe brevemente como solo ella sabe hacer. No puedo evitar quedarme mirando la rosada cicatriz que le sobre sale del párpado derecho.
-Esto- dice señalándose la cicatriz- me lo hizo un perro cuando tenía cinco años.
Me sonrojo al sentir que he sido descubierta.
-¿Vas a pasar o prefieres quedarte en la puerta?- Dice mientras se gira consciente de que la seguiré por el angosto pasillo que lleva hasta su habitación. Cuando abre la puerta me quedo paralizada. Todo lo que hay en su cuarto es de color negro. Las paredes están pintadas de un intenso color rojo sangre, y los posters que inundan las paredes me producen escalofrios.
-Pasa que no muerden.
Asiento con la cabeza y me siento a su lado en un sofá de cuero negro que queda justo enfrente de una pequeña televisión. Cuando nota que estoy mas calmdada me pregunta:
-¿En que puedo ayudarte?
Aunque era la pregunta que me esperaba oir, me pilla desprevenida.
-Eh si, bueno, esto... Se que no sabes mucho sobre mi, aparte del nombre y poco mas...- No me da tiempo a terminar la frase ya que un sonido desagradable y estridente me golpea los tímpanos, es su risa.
-Claro que sé mucho sobre ti. ¿Te crees que nunca me hablo de ti? Samantha, el amor de su vida.- Las últimas palabras estan plagadas de un intenso rencor, pero prefiero hacer caso omiso del irritante chillido de mi interior que me ruega que salga corriendo de allí.
-Ya claro- Las lágrimas vienen corriendo a mis ojos, parpadeo un par de veces para controlarlas, pero no puedo evitar que una de ellas se me escape y resvale mejilla abajo en una carrera suicida y dejando un rastro salado por mi rostro.- Desde que el...- inspiro profundamente para hacer acopio de valor- Desde que él murió no hago más que buscar respuestas a todos los interrogantes que se mezclan en mi mente y tu eres la única persona que puede ayudarme a resolverlos.
Desde el momento en que la vi, esta es la primera vez que la nota burlona de sus ojos desaparece.
-¿Cómo pretendes que te ayude?
-Tú lo conocías mejor que nadie, él siempre me lo decía- digo intentando parecer alegre- necesito que me ayudes a entender por qué se suicidó.


Hace dos días que visité a Victoria. Y aunque me siento un poco mejor, aún no he respondido a ninguna de mis preguntas.
Me propuso ir a su casa, a la de él, pero me sentían tan débil e impotente que hasta me costo negar con la cabeza. No estaba preparada para tal impacto, aunque poco a poco me voy mentalizando de que si quiero conseguir respuestas tendré que hacerlo.
Bajo a comer, pero solo están mamá y Sara, Papá está trabajando y no llegará hasta las cinco.
Después de comer me tiro en el sofá con mi hermana y vemos la tele. A veces pienso que ella es mi única razón para sonreir. Mamá no se atreve a entrar al salón y se queda ordenando la cocina. Siento odio hacia ella, pero es culpa suya, es ella quien se lo ha buscado. Aún recuerdo cuando me llevó la camiseta al hospital...

Cuando Sara se levanta para ir a buscar a su amiga Andrea, la vecina, para jugar juntas, decido acompañarla y así dar una vuelta y despejarme un poco. Cuando pierdo de vista a Sara empiezo a pasea y decido fumarme un cigarrillo. No tengo la costumbre, pero es un mal vicio. Cuando lo llevo a mitad decido tirarlo.
Llego al parque y me siento en un banco, echo la cabeza hacia atrás y pienso. Pienso en el tiempo, en lo absurdo que se ve cuando no tienes a nadie con quien compartirlo. El tiempo es como una aguja girando y marcando las horas del reloj. El tiempo es algo bastante caro para algunos, bastante barato para otros. El tiempo son días, meses, años. Es la marca que dejan aquellas personas que lo han compartido contigo. Son momentos tontos que al final son los mas memorables y momentos memorables que al final son los más tontos.
El tiempo es efímero...
Abro los ojos y lo recuerdo. Lo recuerdo como si estuviese ahora mismo delante mío. Recuerdo su brazo abrazándome la cintura. Su mirada, lo que sus grandes ojos me hacían sentir. Echo demenos cada una de sus palabras, todos sus te quiero. Porque aunque pase el tiempo y conzca a otras personas nadie será como él. Nadie me hará sentir tan bien como él.A veces me planteo lo que sentía. ¿Porque se suicidó?. No me dijo nada. No hubo una despedida. La última palabra salida de su boca fue un "te quiero" dulce y extremecedor, pero en ese momento no le di importancia.Para mi el lo era todo, era mi vida, pero ¿Qué era yo para él?

Aún recuerdo la noche en que murió. Yo estaba en casa arreglándome. Llevaba un vestido corto negro y el pelo recogido en un moño despeinado. Era nuestro aniversario. Salí de casa y fui andando a la suya. Tan solo vivía a 10 min. de la mía. Cuando llegué, utilicé la llave que me había dado y entré. Vivía solo porque sus padres habían muerto hace dos años en un accidente de coche llendo a Marbella, y al cumplir los dieciocho años se fue a vivir solo.Empecé a llamarlo por toda la casa, pero nu hubo contestación. Decidí subir y abrí la puerta de su cuarto. Volví a llamarlo pero él siguió sin contestar. Me eché a reir pensadno que se trataba de una de sus bromas. Pero al abrir la puerta del baño palidecí y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Su nombre se conjeló en mis labios, y desde ese momento nunca más he podido pronunciarlo. No podía creer lo que veían mis ojos. Estaba tumbado en el suelo con las muñecas ensangrentadas y una cuchilla de afeitar en la mano izquierda. Quise gritar, pero mis cuerdas vocales habían desaparecido. Quise correr hacia él, pero mi cuerpo no me respondía. Quise llorar, pero el duro golpe de su cuerpo tan débil e indenfenso me había dejado sin respiración y sin lágrimas que derramar. Sentí como si la vida hubiese utilizado todas sus fuerzas para darme un bofetón en plena cara, sentí como si cientos de cuchillos recien afilados se clavasen una y otra vez en mi pecho, desgajando mi corazón y rompiéndolo en mil pedazos.
Una profunda voz me saca de mis ensoñaciones.
-¿Estás bien?- me pregunta un chico que será un par de años mayor que yo.
Lo miro desconcertada, me he olvidado de donde estaba.
-Si, estoy bien.
-Las personas que están bien no lloran.- Dice señalando mi rostro.
Le miro con un interrogante pintado en mis ojos azules. Me llevo una mano a los ojos y los noto húmedos e inchados. Me quedo callada mirándo sus ojos de un extraño color entre el marrón y el ámbar.

-No... No es nada- le dedico una media sonrisa.

-Soy Daniel.- Al mismo tiempo que se presenta me tiende su mano.

-Samantha.- Digo y estrechandosela.

-¿Qué hace una chica tan guapa como tu aquí sentada?- Me pregunta mientras se sienta a mi lado en el banco, y como si nos conociéramos de toda la vida, limpia con delicadeza la lágrima que asoma de mis ojos..

El contacto con su piel me hace estremecer.

-Gracias- tartamudeo.

-De nada. Y... Samantha ¿que haces aquí sola?- Me pregunta mientras me mira sonriente mostrando sus blanquísimos dientes.

-He venido a pasear a mi perro, pero me he cansado de andar y me he sentado un rato.

-¿Enserio?- me pregunta burlón.- ¿Y el perro? ¿Lo has perdido?

Me quedo pensativa, sí, no había una escusa más buena, pero como por arte de magia aparece un caniche color marrón delante nuestro, se queda a mi lado olisqueando algo del banco y vuelve a irse en la misma dirección como si nada.

-Mira ahí está- digo dedicándole una sonrisa de suficiencia- ¡Nuel! ¡Nuel!- le grito al perro que acaba de aparecer- Vaya, se me ha vuelto a escapar.

-¿No piensas ir a por el?

-Mmmm... no, ya volverá, seguro.

-Ya claro- dice sin creerse nada de lo que le digo- cuando quieras mentir, busca una escusa más buena.

-¡Qué es verdad!- intento parecer indignada.

-Oye que no te estoy poniendo una pistola en la cabeza para que me lo cuentes, era solo una pregunta- la sonrisa a desaparecido de sus labios.- Está claro que estás mal, te he visto desde lejos y he querido ayudar. sé que no me conoces, pero ¿sabes? no es bueno guardarse las cosas para uno mismo, hay que saber abrirse a los demás. Con esto no quiero que me lo cuentes a mí, pretendo que esto- dice señalándome a mi y al banco- no pase más, no puedes venirte a llorar al parque porque nadie estamos solos, y cuando nos sentimos mal, cuando sentimos que el mundo se nos viene encima, necesitamos que alguien, esas personas que día a dñia están a nuestro lado, nos ayuden, porque Samantha, nadie es capaz de afrontar sus problemas solo.- Cuando termina de hablar se levanta y se aleja sin un adiós, sin nada. Yo me quedo parada sin saber que hacer, sus palabras me han dejado un sabor amargo en la boca.

Levanto la mirada bruscamente y escruto el horizonte en su burca. Lo veo. Está a unos veinte metros. Me levanto de un salto, recojo mis cosas y salgo corriendo tras el.

Cuando lo alcanzo estoy sin aliento. Al verme, se para y espera pacientemente a que me recupere de la carrera.

-Tienes... razón- digo casi sin poder respirar.- Gracias por haber... venido a ver... que me pasaba- cierro los ojos e inspiro profundamente por la nariz.- Gracias, y sobre todo por lo último que me has dicho, me has ayudado mucho, enserio.

Veo que empieza a reirse y le pego un manotazo en el hombro. Él grita de dolor y se toca la parte golpeada.

-¡Me has hecho daño!- Grita

-¡Y tú te estabas riendo de mi!

-No me reía de ti- dice volviéndome a mostras sus perfectos dientes blancos. me reía porque no entiendo que hayas venido corriendo solo para decirme eso y... bueno sí, por tus pintas.- Vuelve a reirse, esta vez protegiéndose el cuerpo con miedo de mi reacción.

-¡Para ya!- le grito medio indignada medio cabreada- también he venido para preguntarte si querías venir a tomar un helado, pero ya veo que no.

-No, la verdad, me apetece un montón.

-Pues a mi ya no.

-¿Ni si quiera si invito yo?

-Mmmm..- me hago la pensativa- en ese caso... ¡Acepto!

CAPITULO 1

viernes, 4 de junio de 2010


Sus ojos oscuros, negros como la oscuridad de la noche, me miran pero no me ven. Toco su piel, fría como la nieve, pero no me siente. Su silueta delicada me parte el alma produciéndome un mareo repentino. Mi mente se queda en blanco durante unos momentos y todo me da vueltas. ¿Qué se le pasó por la cabeza?
Abro los ojos, y aferrando su muñeca, compruebo que las marcas siguen ahí, noto su sangre que palpita agitada y comienzo a llorar desesperada. Su cuerpo cada vez palidece más, y junto con su palidez, mi miedo a perderlo. Intento hablarle, tan solo necesito una palabra, una sola de sus fríos labios que me indiquen que sigue aquí conmigo.
Un movimiento suave en mis manos hace que todo mi cuerpo se estremezca. Miro hacia abajo, pero las lágrimas empañan mis ojos, intento sacármelas pero soy incapaz de pararlas, porque cuando el dolor es demasiado intenso como para poder soportarlo necesitamos una vía de escape que calme nuestros corazones, y ahora mismo, mi única salida son las lágrimas cristalinas y saladas que recorren rápidas mi rostro. Noto su mano acariciando mi cara, cierro los ojos y aprovecho el momento, cuando vuelvo a abrirlos lo veo, esta ahí, con su cabeza reposada en mi regazo, tan débil, tan indefenso. Intenta decirme algo, pero sus palabras no son mas que lentos susurros que no logro entender. Me dedica una cálida sonrisa que intento corresponder pero no soy capaz. Y con una última mirada sus ojos dejan de ver, sus oídos de ir y su corazón de latir.
¡No! mis labios pronuncian palabras que nadie escucha, susurros lentos y dolorosos. Él ya no está. No consigo hacerme a la idea. Los minutos pasan lentos, apoyo mi cara sobre las manos y lloro en silencio. Y cada lágrima es un recuerdo vivido a su lado, una sonrisa de sus labios, una caricia, una mirada, un beso, un abrazo... Él que lo fue todo y ahora ya no está. El sonido de la ambulancia en la que estamos ha dejado de sonar. Está apagada como su vida. ¿Por qué lo hizo? Por más que lo intento no logro entenderlo.
El médico que lo ha asistido se acerca lentamente a mí, pero lo que menos necesito ahora es la compasión de nadie. Lo único que quiero es volver a ver su sonrisa, el brillo tan especial de sus ojos, volver a sentirme una niña cuando me arropaba en sus brazos. Con un movimiento lento aparto esos pensamientos de mi cabeza y me encojo en el suelo con los brazos sujetando fuertemente mi pecho, en un intento desesperado de volver a montar los pedazos en los que ahora mismo se encuentra. Las lágrimas siguen recorriendo juguetonas mi rostro, y aunque intento pararlas no puedo, el dolor es demasiado intenso. Me cuesta respirar. La vista se me empieza a nublar, las manos ya no me responden. Lo siguiente que veo es la oscuridad que me envuelve y me arrastra cada vez más hacia ella como si fuese una simple marioneta, un triste títere sin cabeza. Y finalmente dejo de escuchar los ruidos que se producen a mí al rededor, dejándome sumida en la más absoluta inconsciencia.

Despierto, me froto los ojos y siento como el rimel de mis ojos se corre ennegreciéndolos. Siento que me da igual, hoy todo me da igual. Ahora mismo la vida no tiene sentido. Me incorporo y un mareo recorre mi cuerpo, cuando se pasa, miro de lado a lado pero no se donde estoy. Levanto la sabana y me pongo de pie, me miro y llevo puesto un camisón blanco. Está situación empieza a ponerme nerviosa: veo todo blanco, no siento el cuerpo. Abro la puerta lentamente pero todo sigue igual de blanco. Entonces es cuando empiezo a correr, pero apenas doy tres pasos resbalo y caigo al suelo acompañándome de un grito desgarrador.
-Emergencia en pasillo 11, repito, ¡emergencia en pasillo 11!
La enfermera encargada del pasillo 11 corre apresuradamente al verme en el suelo y llama a sus superiores. Minutos después un grupo de cuatro personas se acercan rápidamente hacia mí. Dos enfermeras, un enfermero y el médico encargado del pasillo. Evidentemente yo e perdido la consciencia. Es ya la segunda vez que me pasa desde que él no está aquí. Desde la primera vez han pasado ya dos semanas. Pero para mí, todo sigue siendo igual de doloroso. Todas las mañanas desde el día en que sucedió me levanto sin saber donde estoy, todo me da vueltas, y sigo sin aceptar que estoy enferma. Enferma de amor.
Las dos enfermeras agarran mi frágil cuerpo y me trasladan a una camilla. Pasado un rato despierto adormilada, aún no se a pasado del todo el efecto de la anestesia y me siento perdida, una vez más. Aunque últimamente la sensación de no recordar y sentirme desubicada es muy común en mí día a día. La enfermera entra, sonríe brevemente, anota en su cuaderno.
-¿Estás bien? ¿Notas alguna molestia? -pregunta-
-No -contesto. Y después se va. No se que día es, ni que hora. Vivo sin pensar en que ocurrirá mañana. Solo me preocupa él. ¿Dónde estará ahora?

Al rato aparece mi madre. Cuando la veo suelto un largo suspiro de resignación, sabiendo que las horas que me quedan van a ser muy largas. Se acerca presurosa a mi cama y me besa la frente, me mira a los ojos esperando una respuesta adecuada a su muestra de afecto, pero hace tiempo que dejé de responderle.
-Cariño ya me han contado las enfermeras, tienes que dejar de levantarte.- Sus ojos azules, los cuales yo he heredado, me escrutan buscando algún tipo reacción a su comentario, pero no haya nada, porque en mi ya no queda nada más que dolor.
-Déjame en paz mamá. ¿Por qué no te vas a casa? Aquí no vas a hacer nada.- Sé que he sido demasiado dura, pero no me importa.
-Hija estoy aquí para cuidarte y ayudarte a superar tu dolor.
Cuando acaba de decir la frase no puedo más que echarme a reír, aunque mi risa suena falsa y cansada.
-No me hagas reír mamá. ¿Superar mi dolor? Tú no sabes lo que es perder a la única persona que has querido en tu vida. Haz me un favor y lárgate, en vez de ayudarme no haces más que joderme más. ¡LÁRGATE!- Se le inundan los ojos de lágrimas y con un corto sollozo sale de la habitación.
Cuando oigo el ruido de la puerta al cerrarse, cierro los ojos y dejo que las lágrimas acudan a mis ojos y se derramen por mi rostro. Los pinchazos vuelven a estar ahí, noto que la respiración se me agita y grito, grito por toda la rabia que siento y por el dolor que se ha implantado en mi corazón creciendo cada segundo y el cual soy incapaz de arrancar. Miro a mí alrededor y lo encuentro. Cojo el cacho de cristal del florero que la mañana anterior rompí y el cual las enfermeras a un no han recogido. Me tumbo otra vez en la cama y apretando fuertemente los dientes me hago un corte profundo en la muñeca. Cierro los ojos y espero a que aparezca el dolor, sí, ahí esta. Me dejo llevar por ese palpitar de la sangre y dejo que mi cuerpo se relaje. No, no intento suicidarme, tan solo intento alejar o hacer menos notable el dolor que me atenaza y me impide respirar. Oigo los pasos acelerados que se acercan, y ahí están, tres enfermeras entran corriendo en la habitación y empiezan a hablar a gritos, a dar ordenes y curarme la herida. Una de ellas me pregunta algo, pero yo estoy muy lejos. Estoy con él.

Ya no sé cuantos días llevo en el hospital. Estoy en un estado de duermevela, pero no sé que es mejor, si el dolor punzante que siento constantemente cuando estoy consciente, o las aterradoras e intensas pesadillas que me persiguen en sueños. Mis lágrimas han dejado de derramarse y ya no consigo recordar como se sonreía. Las enfermeras dicen que dentro de poco me darán el alta, ya que hace varios días que no sufro ningún ataque, pero no tengo fuerzas, ya no me queda nada. Soy como un alma en pena condenada a sufrir una condena demasiado larga, demasiado cruel. Las horas pasan lentas y el día se me hace eterno. Constantemente entran y salen médicos y enfermeras de mi habitación y eso me irrita. Al mirar mi muñeca vendada recuerdo el día en que el que lo hizo. Estoy intentando seguirle el juego, sentir lo que el sentía, entender que quería conseguir. Quiero dar con las respuestas a todos mis dilemas, pero ahora no encuentro el modo.
El doctor que me ha atendido todos estos días, entra mirando una carpeta y sonriendo se gira hacia mi.
-¿Qué tal estás Samantha?
-¿Hace falta que le conteste doctor?- Digo lo más brusca que puedo.
-Bueno, tengo noticias muy buenas para darte.
-¿Me muero?- Digo en un intento de sonreír. El médico entrecierra los ojos. Toma una larga bocanada de aire y prosigue.
-Puedes irte a casa, tu madre está arreglando el papeleo, ahora sube a buscarte.
- Preferiría no tener que verla.
-Pues tendrás que hacerlo.
Me cruzo de brazos y frunzo el ceño dándole a entender que no quiero seguir hablando. Él se encoge de hombros y sale de la habitación. En el momento en que abre la puerta, entra mi madre seguida de dos enfermeras.
-Bien Samantha- dice una de ellas
- Vamos a quitarte todos esos tubos y podrás marcharte a casa.
Ambas chicas se mueven rápido y en unos segundos estoy libre y capacitada para moverme sin tener que arrastrar ningún estúpido gotero. Mi madre, que hoy está mas seria de lo normal, me da ropa limpia y dice con voz mecánica y hueca:
-Vístete rápido, te espero abajo en la recepción.
Se marcha sin más, sin una sonrisa, sin una mirada, sin una muestra de afecto.
Pero no voy a fingir que me importa. Desdoblo la ropa que me ha dado mi madre y la veo. Es la camiseta, la camiseta que me regalo él y ella lo sabe, sabe quien me la regaló. ¿Que pretende al traérmela? ¿Joderme más la vida? La rabia me inunda por dentro y sin poder evitarlo le doy un puñetazo a la pared. Noto el crujir de los nudillos, pero no me importa, el dolor me sirve para despejar la mente. Con el botón de la cama, llamo a una enfermera y dejo que me cure la mano. Una vez lista, me visto rápidamente y bajo a la recepción. La encuentro sentada en uno de esos incómodos asientos que están en las salas de espera. Le dedico la mirada más cruel que soy capaz de mostrar y me acerco a ella.
-Has tardado mucho- dice con el ceño fruncido- ¿Qué te ha pasado en la mano?
-Nada. Un golpe tonto.
Ella asiente ligeramente y se encamina hacia el aparcamiento.
Llego a casa y al entrar en mi cuarto me invaden los recuerdos de mi vida antes de que él muriese. Recuerdos de cuando era feliz. Aún veo su sonrisa de niño malo dibujada en el aire. Directamente me dirijo al ordenador y veo los mensajes recibidos durante las últimas semanas. Todos me preguntan si estoy bien y me dan el pésame diciéndome que lo sienten. Pero para mi es un tormento porque dudo mucho que alguno de ellos lo sienta de verdad, dudo mucho que ellos sean capaces de entender este dolor. El último mensaje que leo es el de Victoria. Hace unos días vino a verme al hospital, la verdad que no entiendo porque, ella y yo no nos conocíamos de nada, pero no pude preguntarle que quería, me recordaba tanto a él. Ahora me siento culpable por haberle echado, pero ya es tarde. No quiero cenar, así que me tumbo en la cama a leer un rato y a las nueve ya estoy durmiendo. Creo que mañana llamaré a Victoria, debería hablar con ella.

PRÓLOGO

jueves, 3 de junio de 2010

No puede ser, está muerto,debería estarlo.
Me pellizco el brazo en un intento desesperado de levantarme en mi cama y sonreir al pensar que todo ha sido una pesadilla, pero no. Sigo estando en el mismo lugar y tengo delante a la misma persona. Adelanto un poco con la mano extendida, no sé bien si para tocarle o para hacer que así su imagen desaparezca, pero cuando yo doy el paso para adelantar, el da otro y retrocede. Nuestras miradas siguen estando en contacto, pero la suya es tan diferente, tan dura, tan fría, tan... inhumana.