Porque aunque pase el tiempo nunca podrás olvidar el amor verdadero

CAPÍTULO 8

lunes, 21 de junio de 2010

Me levanto con cuidado de la carretera, me sacudo la arena y el polvo y salgo corriendo en dirección a casa de Victoria. Llamo una, dos y tres veces, insistente, esperando a que alguien me abra la puerta. En pocos segundos aparece Victoria. Tiene aspecto de haber estado durmiendo. Lleva una camiseta negra ancha que le llega hasta las rodillas, su pelo negro recogido en una coleta baja y los ojos limpios de todo maquillaje.
-¿Samantha?- dice frotándose los ojos.
-Si, siento despertarte, pero necesito hablar contigo, no puedo más.
-Está bien, pasa.
Entro dentro de la casa lo más rápido que puedo, y sin que nadie me invite voy hasta el cuarto de Victoria y me siento en su cómodo sofá.
-Victoria, yo, le he visto, no sé como ha sido, pero estaba delante de mi- veo la expresión de incredulidad que hay en sus ojos- Es verdad, te lo juro, no estoy loca, estaba delante de mi, quieto, esperándome, pero cuando iba a llegar para abrazarlo, pum, se esfumó.
Victoria se queda un rato callada evaluando mi expresión y mis palabras.
-Sam, las personas, en un momento de desesperación, pueden llegar a ver cosas que no son reales.
Me levanto del sofá indiganada.
-¡No! Es real, era real, estaba ahí, es verdad- ante la mirada tan fría de sus ojos, me encojo en mi misma y empiezo a llorar.
-Sam, mirame- dice poniéndome un dedo en la barbilla y alzándome la cabeza- no pasa nada, es normal en una persona que está sufriendo tanto.
-No lo entiendes- digo entre sollozos- lo sentí, es verdad, tienes que creerme.
Cuando termino de hablar, ocurre algo muy extraño, los ojos de Victoria se dulcifican y me abraza. Me quedo unos segundos sin saber que hacer pero cuando me recompongo, apoyo mi cabeza en su hombro y comienzo a llorar.
Cuando termino, me aparto despacio.
-Victoria, tenemos que ir a su casa.
Ella se gira bruscamente hacia mi.
-¿Estas segura?
-Si.-Bien, vamos.

Al estar en frente de su casa no estoy tan segura de mi decisión. Ver los setos ya crecidos, que me indican que él ya no está para cuidarlos, como hacía antes, esas tardes de domingo cuando le miraba mientras trabajaba en el jardín y yo tomaba el sol. Miro a mi lado y la veo, aunque no la conozco mucho, no podría estar haciendo esto sin ella. Veo en su expresión una nota de desesperación, como si no pudise aguantar las ganas de entrar en la casa. Supongo que ella tendrá las mismas preguntas que yo y las mismas ganas de encontrar respuestas.
-Vamos- digo mientras me saco las llaves del bolsillo.
Las dos subimos las escaleras y entramos. Aunque la casa está igual, se nota todo tan vacío, tan oscuro. El miedo me inunda y mi corazón comienza a latirme con fuerza. Cierro los ojos e inspiro un par de veces para tranquilizarme. Cuando vuelvo a abrirlos, Victoria ya no está. Me encamino a las escaleras y las subo con cuidado, sin precipitarme. La puerta de su habitación está abierta, y dentro, está Victoria. No veo su rostro, pero sé que está llorando o lo que sea que ella haga. Me mira y sonríe, sus ojos están brillantes, pero no tiene rastro de lágrimas ni los ojos corridos por la pintura.
-Bueno- dice recuperando su frialdad de siempre- y aquí, que es lo que quieres buscar.
-No lo sé, tiene que haber algo ¿No?
Ella se encoje de hombros y me da la espalda, indicándome que no quiere perder el tiempo hablando. Victoria se encarga de buscar por el escritorio y la estanteria y yo por el armario y la cama. Quito las sábanas, rebusco por debajo pero no encuentro nada, paso al armario, y al abrirlo su olor me golpea en la cara. Sigue su aroma guardado en ese pequeño espacio. Me recompongo para no perder tiempo y remuevo todo lo que veo. La ropa que está colgada, las cajas que tiene guardadas. Lo muevo todo, lo abro y lo tiro, pero no hay nada, nada que pueda ayudarme. Cuando estoy apunto de darme por vencida, veo una caja negra que está al fondo, tapada por una sudadera que me resulta familiar, la cojo y la desdoblo, me echo a reir. Es la sudadera que le regaló una chica de 3º el día de su cumpleaños. Recuerdo el momento en que se la dio, la sonrisa se sus ojos y la esperanza que tenía. Dejo de reirme y la tiro al suelo. Cojo la caja y la abro. Está llena de papeles. Me siento en el suelo y apoyo la espalda en la parez. Llamo a Victoria y empiezo a sacar todo lo que contiene la caja. La mayoría de las cosas son fotos, fotos de coches y... ¡Fotos del accidente de sus padres! Fotos de ellos en Marbella, documentos de la policía.
-Victoria mira esto.
-¿Qué es?- dice mientras coge los papeles que le doy. Los lee detenidamente y cuando termina su rostro está más pálido de lo normal- Esto es del accidente de sus padres.
-Si, ¿Que crees que significa?
-No lo sé, pero lo que si sé esque desde lo que les pasó, el ya no volvió a ser el mismo.
-¿Qué estás diciendo? ¿Qué lo que hizo fue por lo de sus padres?
-No- dice mientras sigue leyendo- estoy diciendo que tiene algo que ver, si estaba investigando no tiene motivo que se suicidase. Pero si él estaba mal, a poco malo que le pasase, podría acabar en una mayor depresión.
-Pero... No lo entiendo, el conmigo estaba bien yo...
-Eso no quiere decir nada, yo sé que estaba mal, pero no pensé que fuese a llegar tan lejos. La muerte de sus padres le dejó mal, se quedó solo, tuvo que vivir con una familia a la que casi no conocía, no soportaba a nadie. Se independizó a los dieciocho años. Estaba solo. Cambió tanto que ya nadie le soportaba, estaba siempre enfadado y gritaba a todo el mundo, fui yo la única que le aguanté, bueno, la única hasta que tu llegaste. Porque cuando te conoció dio un cambio radical. Volvía a sonreir, volvía a hacer bromas y a disfrutar de la vida, volvía a ser el mismo y todo gracias a ti. Yo no sabía si odiarte por quitármelo de mi ladoo darte las gracias por haberle devuelto a la vida.
-¿Habertelo quitado?- Repiro sin entenderlo.
-Si, me lo quitaste. Yo jamás he tenido ningún amigo aparte de él, y cuando pasó todo, eramos solo el y yo, uña y carne, no necesitabamos a nadie más. Pero apareciste tu, y con tu llegada el dejó de pasar tanto tiempo conmigo, volvió a relacionarse con la gente, y aunque seguía siendo su mejor amiga, ya no tenía tanto tiempo para mi.
Veo el dolor que siente, aunque no quiera demostrarlo.
-Lo siento- digo de todo corazón- tu tampoco me caiste nunca bien. Siempre hablaba de ti y yo estaba celosa.
Nos miramos a los ojos y lo entiendo todo. Aunque ella y yo nunca nos habíamos soportado, ahora tenemos algo que nos une, y ese algo hace que no podamos estar separadas, porque ambas dos queremos saber la verdad de lo que ocurrió, y para hacerlo nos necesitamos la una a la otra.
Suspiro y busco algo para poder cambiar de tema.
-Seguimos estando en el mismo lugar que antes, no tenemos nada.
-No, si que tenemos algo.
-¿El qué?
-Esto- dice señalando la caja- se lo debemos, el quería buscar la verdad, creía que la muerte de sus padres no había sido un accidente, y aquí está todo lo que el descubrió. Debemos seguir lo que el empezó.
-Pero... Eso es imposible.
-No, no lo es.
Sus ojos estan brillantes por la emoción. Tiene razón, se lo debo.
Seguimos buscando, pero en su habitación ya no hay nada más. Cambiamos de cuartos, rebuscamos y lo dejamos todo patas arriba, pero no hay nada. Por último entramos en el estudio, una habitación que jamás había utilizado. Seguimos la misma rutina que con el resto de habitaciones, y dejamos todo igual de desordenado. Cuando estamos a punto de irnos, Victoria me llama.
-¿Qué pasa?
-Creo que esto es para ti.
Es una hoja de papel, cuando la tengo en mi mano me doy cuenta de que no es solo eso, es una carta. Una carta escrita por el. Me siento en el pequeño sillón que está al lado de la estantería y empiezo a leerla.

Hola Sam. Si estás leyendo esto, supongo que yo ya no estaré. Sé que suena muy típico, pero es la verdad. Si escribo esto es porque te conozco y sé que no vas a dejarlo pasar, que vas a venir aquí a intentar descubrir la verdad, y si no estoy muy equivocado, habrás recurrido a Victoria.
Samantha esto es una despedia, me cuesta tanto decirte adiós, pero tengo que hacerlo, y no puedo decirte por qué. Solo quiero que hagas algo por mi. Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero si todabía me sigues queriendo, por favor, deja de remover las cosas. Deja que mi muerte pase y sigue adelante. Si sigues rebuscando solo conseguirás hacerte más daño y yo no quiero eso. Ya he causado demasiadas lágrimas. Solo quiero decirte que lo siento, siento dejarte sola, pero debo hacerlo, creeme es mejor así, igual parece estúpido que esté hablando así de mi propia muerte, pero hay veces que es mejor quitarse de en medio. Sam te quiero, te juro que te amo. Como ya te dije una vez, eres la única persona que me ha hecho sentir tan bien. No me odies por esto, no intentes entenderme, solo deja que el tiempo haga su trabajo. Tarde o temprano te olvidarás de mi, y espero que ocurra lo antes posible.
Siempre tuyo.
Te amo, Samantha.

Cuando termino de leer la carta siento como las lágrimas van resvalando rápidas por mis mejillas. La rabia me inunda y no sé que hacer. Lo tenía planeado. El dolor es tan intenso. Me encojo en mi misma y espero a que pase. Me olvido de la presencia de Victoria, hasta que esta aparece a mi lado intentando calmarme, pero tan solo consigue que mi angustia crezca más. La aparto de un manotazo y salgo corriendo de la casa. Empiezo a correr por las calles sin tener ni idea de donde estoy. Me pierdo entre lo callejones, pero no me importa, tan solo necesito calmar este dolor que amenaza con ahogarme. Necesito algo punzante, algo que corte, necesito sacar todo este dolor, pero estoy en la calle no tengo nada.

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